Una foto en la cartera.
Que yo quiero que alguien
lleve una foto mía en la
cartera,
arrugada y rota por la
esquina de abajo.
Y que la desgaste a besos.
Que la deje bajo la
almohada
las noches en las que no
duermo en su cama.
Que la mire en las
madrugadas de insomnio.
Y pasee los dedos por mi
sonrisa.
Quiero que alguien
lleve una foto mía en la
cartera,
con un verso detrás
y una fecha.
Todo escrito con tinta
negra,
letras ligadas,
sin faltas de ortografía
y con punto final.
Un punto sutil que se
pueda confundir
con un cuarto de mota de
polvo; que casi se pueda soplar.
Y con mis labios marcados.
En rojo.
Muy rojo.
Tan rojo que parezca
que besa el corazón y no
una boca malhablada.
Quiero que alguien
lleve una foto mía en la
cartera,
y una noche cualquiera en
un bar cualquiera
de cualquier ciudad con
mar
se la enseñe a sus amigos
y ellos digan:
“¿es ella?”
Y que responda: “es
ella”.
